viernes, 6 de mayo de 2011

Articulo

Sanos virtuosos, enfermos pecadores


La salud ha pasado de ser un bien a convertirse en un deber. Lo afirma el psiquiatra Jonathan Meltz, y con él un grupo de especialistas que acaban de publicar 'Against Healt' (Contra la salud), subtitulado 'Cómo la salud se transformó en una nueva moralidad'. Meltz es conocido por abanderar uno de los movimientos críticos que, desde las entrañas del sistema sanitario, llevan años tratando de alertar sobre el exceso de medicalización en nuestras vidas. Hay -sostienen- una dictadura de lo saludable que en nombre de la lucha contra la enfermedad está creando seres pusilánimes, hipocondríacos y, lo que es peor todavía, puritanos inquisidores. El hecho positivo de que las investigaciones hayan avanzado de forma extraordinaria y de que dispongamos de medios para combatir los males no obsta para que al mismo tiempo hayamos sustraído la salud de su condición material para sobredimensionarla llevándola al terreno de lo moral.

La mirada sobre el enfermo siempre se ha proyectado en esta doble dirección. Por un lado, la persona debilitada en su salud era objeto de lástima y de apoyo preocupado. Esa es la base de todas las políticas asistenciales en la materia, y de la noble ideología que las inspiran. Pero por otro lado encarnaba la figura del apestado portador de maldiciones y peligros que debía ser excluido de la comunidad para evitar la propagación del mal.

No estamos solos, es cierto. Por muy dueños que nos creamos de nuestro propio cuerpo, muchas de las acciones nocivas a las que lo sometemos tienen repercusión en los cuerpos ajenos. Si fumamos humo de segunda mano, si padecemos el riesgo de ser contagiados por los griposos o podemos resultar atropellados por un conductor ebrio, nadie nos negará el derecho de reclamar leyes justas que persigan esas conductas. Si todos contribuimos a sufragar los gastos públicos en salud, ¿se podrá discutir que estemos legitimados para censurar a quienes los dilapidan por no haber observado unos elementales hábitos saludables? El problema surge cuando las razones se tornan coartadas para imponer cánones que sirven a otros intereses. A nadie se le escapa que al amparo de la vida sana han surgido formidables negocios que van desde ciertos sectores de la industria alimentaria hasta las marcas de ropa deportiva, y desde las compañías de seguros hasta las todopoderosas farmacéuticas.

El discurso enaltecedor de la diosa Salud se ve correspondido por la actitud de los ciudadanos -ahora llamados en la jerga médica usuarios o consumidores- que plantean crecientes demandas de cliente insatisfecho. No debe extrañar, pues, que desterrada la salud del espacio de las necesidades y los servicios y trasladada a su nuevo territorio de los derechos y los deberes, estar sano se haya convertido en una virtud y enfermar sea el peor de los pecados.


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